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Dentro de poco más de un mes tendrá lugar en Tordesillas una nueva edición del Toro de la Vega, tradición basada en el sufrimiento y en la muerte de un animal que, gracias a la labor continua e incansable de los colectivos que luchan por erradicar la crueldad hacia estos seres y a pesar del oscurantismo impuesto por sus promotores, es conocida por la mayor parte de la Sociedad española e incluso fuera de nuestras fronteras, donde el Toro Alanceado se ha convertido en una suerte de paradigma del espantoso trato que en España reciben los animales bajo el amparo legal y valiéndose de siniestras justificaciones, en este caso la cultural, pero podría haber sido cualquier otra igual de aberrante, ¿no lanzaban acáso una cabra desde el campanario en Manganeses porque los quintos se iban al servicio militar?. Aquella barbaridad ya está prohibida, el Toro de Alanceado continúa permitido y subvencionado desde la Administración.
Pero lo que muchas personas ignoran es que existe el llamado Patronato del Toro de la Vega, una sórdida Fundación dedicada en cuerpo y alma a defender y a preservar esta salvajada y por lo tanto, a que cada año un toro siga siendo la víctima mortal de una horda que armada con lanzas le persigue y hiere hasta que, arrinconado y manando sangre por sus heridas, recibe el lanzazo final para regocijo de los allí congregados. Dicen conmemorar de ese modo el supuesto ataque recibido por la Reina Isabel la Católica cuando durante un viaje y a la altura de Tordesillas, su comitiva fue atacada por un toro, agresión repelida con éxito a lanzazos por Hernando de Vega. Aún creyendo en la veracidad de este episodio que ciertos historiadores ponen en duda, no parece el suceso motivo suficiente ni cabal para que todos los años se martirice a un toro puesto que, por la misma razón, podríamos cada 15 Junio, acribillar a balazos a un hombre para "celebrar" que en esa fecha este mismo año, la guardia civil abatió a tiros tras una persecución, a un conductor que había arrollado a varios miembros de la benemérita. Y no hay diferencia aunque ambas especies de animales no coincidan, porque la esencia perversa del hecho no viene determinada por la víctima, sino por sus circunstancias y su autoría.
Veamos algunas de las frases que figuran en la Página de dicho Patronato, gracias a ellas podremos hacernos una idea de cuál es la naturaleza, al menos en lo que al trato a los animales se refiere, de los individuos que están detrás de esta iniciativa destinada a conservar una forma de tortura brutal y especialmente cruenta.
Al referirse a los orígenes del Patronato, se nos indica que la idea surgió en 1961 como respuesta "frente al desprecio de los poderes públicos, los aflamencados ortodoxos de la corrida de toros y los incipientes animalistas". No parece en todo caso que la Administración pusiera muchos impedimentos a esta repugnante costumbre ni entonces ni ahora, ya que en 2009 se sigue celebrando y lo hace con la categoría de "bien de interés turístico". En cuanto al epíteto dedicado a los amantes de la tauromaquia tradicional, se antoja bastante estúpido y hasta fingido un pretendido enfrentamiento entre quienes al fin, disfrutan con las mismas abyecciones por más que varíe el método a utilizar. De cualquier modo, en la mencionada Página no son pocas las referencias ensalzadoras de las corridas.
En las Ordenanzas explica que: "Es un hecho de plena civilización en atención a estar normalizado por la costumbre resumir el modo de pensar de un pueblo y ser de grandísima utilidad a todos y a cada uno". Emplear el término "civilización" en el sentido de modernidad y hacerlo para referirse al padecimiento extremo provocado a un animal, es simplemente un ejercicio de cinismo y de maldad. Afirman que es el sentir general de los Tordesillanos, lo que no cuentan es que sus detractores, que no son pocos, no pueden expresar tal opinión abiertamente en la Localidad porque son amenazados y hasta agredidos. Y lo de la utilidad "para todos" cuesta creer que se refiera también al toro; en cuanto a las personas, es más que dudoso que imbuir en ellas la creencia de que torturar a un ser vivo con capacidad sensorial es algo positivo y necesario, pueda alimentar algo más allá de la violencia y de la ignorancia. Por cierto que los niños son además de espectadores, destinatarios de tales enseñanzas y todo ello, sin que las instituciones hagan nada por evitarlo. ¿No se vulnera pues la protecciòn al menor?.
En el Capítulo III se trata de "los Derechos del Toro" y es éste, probablemente, el que mayor dolor y repulsión produce en su lectura, ya que aterra comprobar como su contenido es justamente lo contrario de la realidad que esta brutal tradición nos muestra. En todo caso, sí sirve para ilustrar hasta qué grado llegan la desfachatez y la hipocresía de esta gente en tal asunto. En él nos podemos encontrar párrafos como el siguiente: "Que se trate al toro con la dignidad y honor que su categoría de torneante le confiere". Tal vez, en su deleznable perversión, crean que para el animal morir de ese modo constituye un hecho honroso, en todo caso y con esa "humanización" de los sentimientos del toro no están más que demostrando una profunda ineptitud o una gran hipocresía, y de lo que no cabe la menor duda es que todos ellos, los dignos y valerosos torneantes, escaparían sin pensárselo dos veces del honor de una muerte similar. En la mente del toro hay lugar para el miedo, pero no para el, en este caso, ruin concepto de "torneante". La recomendación es tan retorcida como miserable la premisa en la que se sustenta.
El que transcribo a continuación acaso sea el mejor y más preciso ejemplo de algo muy común en la tauromaquia y sus variantes: el empleo de argumentos para justificarse aduciendo el inmenso amor que sienten por el animal al que van a matar. Después de leer esto, nadie que desee vestir de cordura sus reflexiones, podrá dudar de cómo sus razonamientos en este sentido están siempre basados en una mentira consciente. Dice así: "Que nadie ose tratar mal al toro, ni vivo ni muerto, ni de palabra ni de obra". Habrá que suponer, entonces, que las heridas, la agonía y la muerte del desdichado toro, son en realidad un suicidio, ya que lo contrario sería contravenir las casi divinas órdenes del Patronato. O eso, o el embuste está al servicio de brutalidad en el Toro Alanceado de Tordesillas. Me parece más creíble la segunda opción.
En el Capítulo II podemos leer lo que sigue: "Ambos, toro y torneante, han de estar en igualdad de condiciones naturales...". Y qué hace entonces la lanza en manos del hombre, me pregunto, ¿fue parido con ella anudada en el cordón umbilical?. La igualdad nace en el deseo mutuo de participación y pasa por equiparar a los adversarios en número y en armas, aquellas de las que le ha dotado la naturaleza, lo contrario, como es el caso, queda convertido en un acto cobarde y en un linchamiento legal. Y sobre todo, no perdamos de vista una cuestión: es el hombre quien organiza esta vileza y el toro, es el protagonista forzoso y la eterna víctima de la misma. No existe por lo tanto igualdad en ningún aspecto entre el toro y aquellos que lo matan.
Y los que vienen a continuación pertenecen al Capítulo IV, en el que nos habla del Alanceamiento. "El torneante de a caballo que perdiera en el torneo dicho caballo, no reclamará nada a nadie". En este punto digamos que se curan en salud ante cuestiones económicas y lo de las tripas del caballo colgando por una cornada, es una cuestión circunstancial que en todo caso, no tiene mayor importancia. Probablemente, si se les pregunta, nos dirían que también la montura habría escogido un modo de morir tan honroso. Las Ordenanzas del Patronato son una especie de "elogio a la casquería", en las que lo mismo se convierte en virtud la mutilación de los testículos del toro o el que los participantes se embadurnen en su sangre, como así hacen, que el que las vísceras del caballo queden esparcidas en la tierra mientras su dueño muere entre convulsiones y estertores.
"El torneante se mostrará muy cortés, como hidalgo, con los demás torneantes, evitando las malas formas". Pero tal "hidalguía" se convierte en "bellaquería" y hasta en "cobardía", cuando esos cientos de hombres, tan solícitos y exquisitos entre si, acosan a una criatura, sola y aterrorizada, para hundirle la lanza tan profundamente como son capaces. No ha de disminuir el sufrimiento del toro gracias a las sonrisas y los cumplidos entre sus verdugos, como tampoco le resta esa macabra buena educación indignidad a la cuestión, quizás es al contrario, que todavía la convierte en más estremecedora por cuanto destila de refinado sadismo y afectación.
Por si alguien pretende acudir a Tordesillas para expresar su malestar por este "crimen", en ese mismo Capítulo IV de las Ordenanzas del Patronato dejan bien claro qué es lo que puede ocurrirle: "El que asistiere de otras partes del mundo o universo y quisiere ser torneante, tendrá derecho a ser informado muy cumplidamente; mas si su intención, Dios no lo quiera, fuera denostar e infamar este torneo, teniéndole por necio ante tal circunstancia, despídasele en mala hora". La "mala hora" puede incluir contusiones diversas, no sería la primera vez y de esto, hasta los periodistas son testigos en propia carne cuando han intentando filmar la agonía del animal. Y es que el honor y la cultura, casan mal con los vómitos de sangre del toro moribundo; es mejor ocultar esta última parte para que la realidad, cruda y terrible, no empañe tanta palabrería altisonante.
Lo anterior es una mínima muestra de la literatura con la que el Patronato del Toro de la Vega, pretende maquillar de arte y hasta de educación lo que no es más que crueldad, violencia, impiedad e ignorancia. A través de un lenguaje tan grandilocuente como pedante y de continuas alusiones a la honra, la valentía, el sentimiento, la hermandad o las señas de identidad de un Pueblo, pretenden convencernos de que el sufrimiento del toro es en realidad virtud para él y para los que se lo provocan, pero por si acáso no logran que comulguemos con tales mezquindades, dejan muy claro que la cuestión no está abierta al debate y que para ellos, el único camino posible es el de la continuidad. Les basta con lo rancio del hecho para justificar su permanencia, lo que en todo caso, les identifica bastante con aquellos que piden el regreso de las ejecuciones públicas, durante tantos siglos lícitas y por otra parte, bastante emparentadas con el Torneo del Toro de la Vega de Tordesillas.
Este año será el 15 de Septiembre y como todos, el toro morirá, por más que nos cuenten que si el animal supera la zona delimitada para ser alanceado se le "perdonará" la vida. Lo cierto que es que eso es algo que nunca ocurre y si bien en 1995, "Bonito" logró ir más allá de la zona de ejecución, murió después como consecuencia de las heridas que recibió antes de ser "indultado". El 13 de Septiembre se concentrarán en Tordesillas activistas contra el maltrato llegados de toda España. Veremos si el resto de la Sociedad en desacuerdo con semejante tradición suma su voz a la de esta gente, o por el contrario, deja que sean otros los que hagan el "trabajo sucio" mientras ellos, se declaran desde el sofá de su casa firmes defensores del respeto a los animales. Y quien dice ciudadanos, dice medios de comunicación, los mismos que mandan fotógrafos y periodistas a Marivent todos los veranos, pero tienen graves problemas para enviar a un reportero a Tordesillas y mostrar al mundo, que no todos los españoles están de acuerdo con la tortura a los animales ni la consideran parte de su patrimonio cultural. De hecho los que disfrutan con ella son una minoría, pero los suficientes como para que los que gobiernan no quieran perder su voto, y es que el de los otros, el de aquellos que respetan a los animales, lo tienen asegurado hagan lo que hagan. O tal vez no, porque unos cuantos y cada vez somos más, nos hemos cansado de apoyar electoralmente a los que permiten y sufragan el Toro de la Vega y barbaridades similares.